¿Y cómo les va de violencia en tiempos del Covid 19? ¿Qué tal les va de violencia familiar en tiempos del coronavirus? ¿Cómo van sufriendo la violencia machista de las que son víctimas en su cocina, en su recámara, en el patio de su casa o en su jardín, en tiempos de la pandemia?
En el mes de julio los casos de violencia familiar ascendieron a más de 28 mil, en todo el país.
Sólo en Chiapas, de enero a julio se han documentado más 10 mil casos de mujeres agredidas físicamente por su pareja.
Por el COVID que nos tiene en medio de cuatro paredes, que nos tiene más estresados, que nos tiene sin trabajo, por las razones que sean, pero resulta que las cosas van de mal en peor.
Pero estos más 28 mil casos contabilizados al mes de julio son únicamente de los maridos denunciados, aquellos casos donde ya una mujer no aguantó más golpes y por fin se atrevió a acudir ante un fiscal del ministerio público a presentar su querella, a mostrar sus heridas, sus moretones, a mostrar su dolor y sus lágrimas.
Lo cierto es que son muchos más los casos de mujeres que se quedan calladas y otros que, por guardar silencio, se convierten en feminicidios, llevando el silencio a sus últimas consecuencias (es obvio que callarse no es nada bueno). De los casos de mujeres que se quedan en silencio no se tienen cifras, no hay manera de tenerlas.
Pero, ¿por qué se quedan calladas y aguantan tremendo infierno, tremendas golpizas?
El factor primordial es el miedo es al maltratador y a sus reacciones, a sus represalias, a si las perseguirá, si la agarrarán en plena calle y las matará o hará algo a sus hijos.
También está el miedo al qué dirán, a la vergüenza de reconocer todo lo que ella ha tolerado y a la estigmatización que eso supone, a que le digan que fue una tonta, o al clásico “yo te lo dije y nunca me escuchaste”.
Siempre que una mujer denuncia se ve obligada a explicar por qué ha tolerado determinados comportamientos, por qué no se marchó a tiempo...Y eso conduce en cierta manera a la culpabilización de la víctima.
Y está el factor familiar cuando a la hija le dijeron sus papás: “si te vas con ese hombre olvídate que tienes padre”, o “ya no entras jamás a esta casa”; esas son palabras que matan.
Y aparte está la indefensión aprendida, aquella en donde la mujer que le llaman abnegada, aprende a no defenderse por la costumbre o la exposición prolongada a la violencia y por más que ve la puerta abierta ya no sale o inclusive le dice al vecino: “déjalo que me pegue, es mi marido” y que luego convertimos en broma, en broma machista, misógina.
Otra causa es el problema económico de las mujeres que han sufrido estas agresiones. ¿Cómo va a darle de comer a sus hijos si no tienen trabajo ni dinero, y si, además, los jueces familiares también se venden por otro fajo de billetes y conceden ridículas sentencias de pensiones alimenticias equivalentes a mil pesos por mes para mantener a tres o más niños?
Otros de los miedos es al propio hecho de acudir a denunciar y no ser creídas, a que en el MP sólo les hagan perder el tiempo o, lo peor, que sólo sirva para que la funcionaria o el funcionario tenga una muy buena oportunidad para hacerse de un fajo de billetes extras.
Por eso es tan importante que los fiscales del ministerio público y los jueces realicen su labor con perspectiva de género. Por eso es tan importante que vayan reeducándose en materia de corrupción, a que aprendan a no estirar la mano o a no hacer caso cuando le digan: “señor, aquí lo dice la ley, revíselo usted mismo en la página mil, en la página diez mil”.
Pero si ellos se corrompen, desde “EnfoqueF, un Espacio con Perspectiva de Género”, vamos a realizar las gestiones necesarias para encauzar su proceso. “Enfoque F” es un chicote, Disraelí Ángel Cifuentes es un acicate para los fiscales corruptos, para los vendidos, para los MPs ojos de dinero. Y a fuerza de notas, a fuerza de editoriales, a fuerza de videos, vamos ir reeducándolos. Porque Yo Sí Te Creo.