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Fracasó el Autoatentado de la Delegada de Gobierno

Lo de la Delegada de Gobierno no fue un atentado sino un autoatentado; por si acaso deseaban manejarlo de esa manera, tampoco fue un feminicidio en grado de tentativa, sino un "autofeminicidio" mal montado.



Cuatro balazos y ninguno de ellos dio en el blanco, porque el blanco no era ella, sino la camioneta, como parte del escenario.


El chiste era montar el teatro para iniciar después la "pesquiza" de aquella persona a quien pretendían "pescar": Martín López Roblero.


Si no lo hubiera planeado ella misma, a la Delegada le habría dado pánico el haber estado cerca de la muerte, o por lo menos se habría asustado un poco, abandonar rápidamente la escena de los hechos, irse a su casa, solicitar la protección policial, recibir servicio de contención psicológica, etc. Pero nada de esto ocurrió.


Cualesquier otra persona, actuando con normalidad, habría salido del lugar, huyendo despavoridamente.


Pero no, la Delegada de Gobierno, con todo el temple del mundo, en lugar de irse de ahí decidió quedarse a dirigir los peritajes en el mismo lugar de los disparos.


Pero el problema no es ese, sino la forma tan burda en que pretendieron obligar a Martín López Roblero a que se confesara culpable de haberlo planeado todo.


¿Para qué si la confesión dejó de ser la madre de todas las pruebas en un proceso penal? No importa, la cosa era "acalambrarlo".

¿Querrá el arquitecto y licenciado en derecho con diversas maestrías seguir defendiendo su terreno? Yo no lo haría. Yo le dejaría a la Delegada García Zavaleta el terreno y que hiciera con él lo que se le antojara. Nadie se va a llevar nada cuando se muera.


¿Era necesaria la tremenda golpiza? Para el proceso penal no, obviamente, para el "ablandamiento" de la contraparte sí.



Primero lo llevaron a una casa de seguridad con la cara tapada, tumbado en la góndola de la camioneta, en una captiva roja, con varios policías ministeriales; al mismo tiempo se hicieron presentes las golpizas, en todo el camino; al llegar a la casa de seguridad le quitaron la ropa y lo vendaron para que los golpes propinados no dejaran marcas sobre la piel, demás de vendarle los ojos. Pero, junto a los golpes al cuerpo vendado, lo más terrible fue ponerlo boca arriba y echarle agua en la boca, por decenas de veces.

La víctima contó más de veinte veces la tortura con agua en la garganta y boca arriba, con lo cual consiguieron algunas confesiones, todas sacadas de la manga, con tal de salir de ese infierno; toda la actuación polical fue para que dijera y firmara declaraciones incriminatorias en contra de las personas a quienes la Delegada desea afectar, incluyendo funcionarios de gobierno, líderes sociales, amistades, entre otros.


¿Esta es la Cuarta Transformación? No, esto es la Santa Inquisición, aunque obviamente menos santa, porque ya no lo está haciendo la iglesia católica, sino el gobierno del estado de Chiapas, a través del Fiscal de Distrito Fronterizo Sierra, Julio César Espinosa Pastrana y operado personalmente por José Luis García Zavaleta, hermano de la Delegada de Gobierno.


Fsur.

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