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Siempre Culpan a una Mujer de las Agresiones en su Contra

Si la violan, ella es la culpable.


Si el marido la golpea, igualmente.


Si la asesinan, ella es mucho más culpable, todavía.



El macho siempre tiene una excusa y nunca la encuentra en otro lado, sino en ella.


Por no callar.


Por ser bella.


Por sensual.


Por no agachar la cabeza.


Por su vestido corto y ajustado.


Para sobrevivir, entonces, una mujer no debe ser hermosa, ni tener un bello cuerpo, mucho menos un escote.


Debe cerrar los labios, soportar maltratos en silencio, no levantar la mano al novio o al marido, pues hacerlo es provocar al hombre, nunca oponerse porque es débil y, si no lo es, su obligación era serlo.


Trabajar, inclusive, es un delito.


Salir de noche una contravención.


"A la mujer, como al semáforo, después de las diez ya nadie la respeta".


"Calladita se ve más bonita".


"Vestida así parece una puta".


"Cuanto más prima, más se le arrima".


"El “no” de una mujer significa: “ruégame un poco más”.


"A mi mujer por su cumpleaños le compré un collar. ¿Y tú a la tuya? Yo nada, yo aún la dejo suelta".


"Seguro que obtuvo ese puesto de trabajo porque se acostó con alguien".


"Si una mujer es lesbiana… será porque no ha probado un buen hombre".


Es tiempo de enderezar el barco; Chiapas amanece todos los días con menos mujeres, las estamos exterminando.


Una medida urgente es desterrar la impunidad para siempre ante cada acto violento sobre ella: en la escuela, en la casa, en la calle, en el trabajo, en redes sociales, en todos lados.


Pero en Chiapas la impunidad se vende, la compra el delincuente, y hace millonarios a los jueces y agentes del ministerio público, como también a Juan Óscar Trinidad Palacios y a Olaf Gómez Hernández.

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